Martín Urtasun es Profesor del Departamento de Computación de Exactas-UBA así como también es Cofundador y Socio de Recursiva, empresa argentina de consultoría y desarrollo de software.  Se graduó como Licenciado en Ciencias de la Computación en el año 2004 pero anteriormente fundó la empresa con sus compañeros de trabajo práctico en el año 2002, en plena crisis del país y contra todos los obstáculos posibles. Al mismo tiempo, es actor y director de teatro, ya que en su tiempo libre prepara su espectáculo “Improactiva”, una innovadora obra de teatro donde el público va eligiendo cómo avanza el relato desde un app. En diálogo con Conectados, Martín nos cuenta sobre el valor de su formación en Exactas, de qué modo se convirtió en emprendedor, logró con sus socios hacer crecer una consultora de software desde cero, y cómo se le ocurrió poder combinar arte con tecnología en una misma puesta en escena.

¿Qué recordás de tu época de estudiante?

Entré a la carrera en 1998 y me recibí 6 años después. En ese momento sólo había Internet por dial-up, de hecho el tema de uno de los trabajos prácticos de la materia Teoría de las Comunicaciones (Redes) era analizar cómo funcionaba el dial-up en general.

Tuve la suerte de aprender de un mix de profesores que fueron una mitad de la industria y la otra mitad de la academia, enriqueciéndome de un balance ideal de experiencias. Con Ángel Pérez Puletti, quien venía de Baufest aprendí mucho de diseño de proyectos de software. Con Eduardo Fermé sobre lógica y teoría del cambio de creencias. Con Verónica Becher, quien fue mi directora, aprendí a hacer una tesis y la pude basar en minería de datos. Con todo ese conocimiento salí “a la cancha”, a trabajar y emprender por mi cuenta.

Siendo graduado de Exactas, ¿qué valor agregado considerás que aporta la Carrera?

Es una carrera que enseña a aprender y brinda todos los conceptos y herramientas para poder decidir uno mismo su futuro. El plan de estudios sigue siendo sólido porque sigue brindando una base científica para entender. No te obliga a aprender una tecnología pero terminás entendiendo la tecnología, cómo pensarla y generarla. Este plan de estudios es como una serie televisiva, que todo el tiempo tira guiños al futuro pero que antes de terminar la serie cierra todos los cabos sueltos. En ese sentido es una carrera redonda: cada materia te cuenta un pedacito de la historia, te deja los cabos sueltos hacia otra, no te dice cuándo se van a cerrar pero cuando terminás de cursar te das cuenta de que todo fue cerrado. El valor agregado es justamente ayudarte a entender lo que está pasando y brindarte la diferente gama de opciones para poder decidir en qué rol de la industria querés trabajar o si querés dedicarte a investigar.

¿Cómo se te ocurrió fundar Recursiva y qué diferencia a esta consultora de otras?

Surgió como idea pos crisis del 2001. Estaba en tercer año de la carrera y con mis compañeros de TP intentábamos conseguir trabajo full time, enviando CVs, y no conseguíamos por un fuerte parate del mercado. Si bien trabajábamos free lance, de repente nos surgió un proyecto de software más grande que lo habitual y lo encaramos con el grupo de TP. Así fuimos creciendo y nos empezaron a caer oportunidades que se materializaron en lo que hoy es Recursiva.

¿De qué modo fueron aprendieron todo lo que es Gerenciamiento y Operaciones, que no siempre se ve en la carrera pero resulta esencial para la empresa?

Los primeros años aprendimos todo de la práctica. Recursiva ya tiene 16 años, somos 35 empleados en Argentina y 5 en Chile. Tardamos unos 10 años en cambiarnos el chip de la cabeza y no hacer todo nosotros solos, para poder sumar gente en otras especialidades. Nos pasó que los 3 socios veníamos del ambiente técnico, por lo que todo lo que no era meramente técnico como recursos humanos, administración y contabilidad, lo fuimos aprendiendo mediante ensayo y error.

En general debo decir que fuimos muy conservadores, tuvimos un crecimiento lento y constante. Todos los clientes nos llegaron por recomendación, sin haber hecho grandes campañas de publicidad. Uno de nuestros méritos es que nuestra cartera de clientes (mercado financiero, mercado farmacéutico, industrial, retail, etc.) soporta los vaivenes de las economías, tanto del mercado interno como externo, lo cual nos permite ser sustentables.

¿Cuál es el diferencial de los servicios que ofrecen?

El gran título que nos resume es “dar soluciones basadas en tecnología”. Pero lo hacemos de una forma particular: la idea no es que el cliente nos diga que necesita un programa sino que tiene un problema. En función de ese problema le aconsejamos cómo encararlo. Probablemente desarrollando software e integrándolo con hardware y servicios de valor. Nuestro servicio depende mucho del tipo de cliente que tenemos del otro lado: no es lo mismo una startup que viene con una idea pero hay que ver bien cómo hacerla rentable, que un departamento de sistemas que ya tiene toda su problemática relevada y necesita la última pieza del rompecabezas para que todo cuadre.

A veces nuestros clientes nos piden capacitar en know how a los nuevos empleados que usan el software que desarrollamos nosotros pero que es de ellos. Entonces nos involucramos tanto con nuestros clientes que conocemos sus negocios, eso posibilita que los equipos de Recursiva interactúen con el cliente pero como si fuésemos un sólo gran equipo. Y también que cada uno de nuestros empleados pueda rotar en proyecto, tecnología y experiencia específica.

¿Y qué aprendiste en todos estos años como director de la empresa?

Cada proyecto es una historia, los proyectos son cortos porque no duran más de 6 meses. En estos años tuve que atacar problemas de logística, optimización, performance y cualquier clase de dificultad técnica. En esa variedad, más el hecho de que la tecnología cambia todo el tiempo, lo que ofrecemos nosotros es vanguardia. Además tenemos la capacidad de aprender, incursionar e investigar sobre cualquier nueva tecnología o tendencia y, de esta forma, también brindamos servicios de I+D para empresas. Creo que somos hijos de la prueba y el error. Como socios muy técnicos, hemos dilatado decisiones que quizás hubiera sido mejor tomarlas más rápido. Pero también nos gusta no estar tan ajeno a cuestiones de gerenciamiento de proyectos, recursos humanos y administración. Por dar un ejemplo, durante los primeros 8 años de vida de Recursiva, la administración financiera-contable la tomábamos  6 meses cada uno de los socios, en ese tiempo que nos turnamos tuvimos que aprender a hacer varias cosas nuevas, como en una vieja escuela. Y en los roles técnicos me tocó estar en todos los lugares, desde desarrollador hasta líder de proyecto. Creo que fomentamos un espíritu de hacer crecer a nuestra gente -muchos estudiantes que hoy son líderes de proyecto tuvieron su primer trabajo en Recursiva- y también de escuchar al cliente, hablar el mismo lenguaje, involucrarse en su problema y entender que si a él le va bien con el proyecto a nosotros también.

Por último, me gustaría hablar de tu carrera en el teatro. ¿Cómo surgió esa vocación y cómo se conjugó, en este caso, la dramaturgia con la computación?

Surgió allá por 2007. Luego de sufrir un pico de estrés, ya que vivía trabajando sin parar una semana en Río de Janeiro y otra en Buenos Aires, decidí empezar a hacer yoga y frenar un poco. En eso conocí a una persona que daba clases de yoga en un lugar donde después había teatro. Me terminé quedando a esas clases y sentí que era eso lo que quería hacer. Estudié teatro con Marcelo Savignone y Mariela Mirochnik. Estudié máscaras, clown, improvisación, diferentes territorios del teatro y empecé a participar en diferentes obras. Después en 2013 nació mi hijo Joaquín, me casé y empezó a haber más dificultades de horarios. De hecho hice algunos ensayos con mi hijo en brazos. Luego además de tener problemas de tiempos, los grupos de teatro se fueron disolviendo. Eso resultó en una oportunidad.

Al final de cuentas, me formé durante 8 años y sentí que el teatro era mi cable a tierra. Pero lo que quería hacer no era algo tradicional, era un unipersonal que combinara la improvisación con lo tecnológico. La improvisación se entrena; entrenar y ensayar es lo mismo. El punto es que en un unipersonal, podía manejar mejor mis horarios. Y un amigo (Federico Castellacci)  me ayudó con el coaching.

Cuando uno está en una impro en algún momento dado se corta todo, se rompe la cuarta pared y se le pregunta al público, ¿cómo sigue esto? (decime un nombre, un lugar, algo nuevo). Y ahí se vuelve a la impro. Lo que quería era no romper esa cuarta pared, que el clima de la obra sea un clima de la obra todo el tiempo, pero que la interacción no sea sólo al principio (como si le pidiera al público que me diga un título para que lo haga) sino que el público tuviera como un “Elige tu propia aventura”. En definitiva así surgió Improactiva.

Una obra donde el público maneja la historia desde el celular
En Improactiva, voy improvisando la historia y durante la obra, cada tanto tiempo, la gente interactúa. Usando una aplicación en el teléfono, los espectadores graban -como si fuese en un mensaje de WhatsApp- diferentes opciones, desde el título, género de la obra, la música, etc. Los datos se recolectan en una computadora, cuando salgo a escena la computadora elige al azar un título con uno de esos nombres, hago la escena, se repite el proceso y termino haciendo tres escenas que representan a 3 personajes que en cada función cambian. Acto seguido la gente vota a cuál de los 3 personajes quiere ver. Entonces le pregunto a la gente: ¿qué le pasa a esta persona? Y la gente escribe propuestas (se casa, se enamora, pierde la llave, pierde el trabajo, etc.). No sólo eso, sino que si uno propone algo, su propuesta le aparece al otro y el otro también puede votarla. Entonces la gente empieza a votar durante un minuto y elige una opción. Y yo me entero de eso ya en el escenario.
A diferencia de lo que pasa en teatro convencional, no hay que apagar el teléfono y se usará frecuentemente. Las últimas veces empezó como una historia de ciencia ficción y terminó en comedia. Hemos tenido funciones de 80 personas, por ejemplo, en donde todos pueden votar más de una vez. Luego de eso les pregunto el género, si la historia viene por el lado romántico la gente la cambia y vota a otra cosa para hacerme pasar un momento raro y se va al género bélico. Funcionalmente la estructura es Introducción, Nudo, Desenlace y ante el desenlace la gente vota cómo termina la historia. Y finalmente la gente ve el final que votó. El desafío es, durante los 50 minutos que dura el espectáculo, improvisar ese hilo conductor, y encontrarle un final. Siempre suelen darse situaciones inéditas porque incorporo lo que le pasa al público en ese momento, desde que alguien se le rompe un vaso o escribe un comentario con doble sentido. La obra se estrenó en 2018 con una sola función. Este año llegó al Paseo La Plaza y tuvo más difusión. El desarrollo de la tecnología, la app y el sistema de votación, es 100% mío. Tardé 3 meses en hacerlo, pero en total el armado de la obra me llevó unos 8 meses y básicamente surgió por esta búsqueda de quedarme sin grupo de teatro. Eso me llevó, de algún modo, a innovar en lo artístico.