A partir de considerar el trabajo articulado de las universidades, escuelas e instituciones del Estado para promover el aprendizaje de la programación como un tema prioritario, surge la gran pregunta sobre cómo formar a los y las docentes de los diferentes niveles educativos y de qué forma transmitir al conjunto de estudiantes los conceptos involucrados en la programación. Una posible respuesta a estos interrogantes abarca el aprendizaje por indagación, donde se deja espacio para investigar, preguntar y experimentar en pos de resolver un problema planteado, y la programación descriptiva o de “alto nivel”, en la cual se buscar entender qué es lo que tiene que hacer un programa y cómo podría resolverlo, más que enseñar directamente la solución. Los desafíos son enormes, en especial por la adaptación (forzada) que se generó hacia la virtualidad.

¿Cómo formar en programación a los y las docentes que a su vez formarán, en un futuro inmediato, a estudiantes de educación primaria, secundaria y terciaria? ¿Y cómo adaptar estas estrategias al nuevo contexto de las clases virtuales? Diversas organizaciones están trabajando sostenidamente en iniciativas coordinadas que buscan llevar la enseñanza y el aprendizaje de las Ciencias de la Computación a las escuelas argentinas y, al mismo tiempo, concientizar sobre la importancia de aprender programación. Tal es así que distintos estudios y abundante bibliografía académica señalan que estudiar programación en edades tempranas ayuda a desarrollar capacidades cognitivas tales como la abstracción, resolución de problemas, modelado, así como la capacidad de pensar diferentes soluciones para un mismo problema y luego testearlas, entre otras. Recordemos que en 2015 la Asamblea del Consejo Federal de Educación (CFE), declaró de importancia estratégica para el sistema educativo argentino la enseñanza y el aprendizaje de la programación durante la escolaridad obligatoria, mediante el decreto 263/15, y tres años después el CFE aprobó los NAP (Núcleos de Aprendizaje Prioritarios) de educación digital, programación y la robótica, que están actualmente en proceso de implementación en las distintas provincias y la Ciudad de Buenos Aires.

En este marco, todos los años la iniciativa Program.AR de la Fundación Sadosky convoca a universidades nacionales de todo el país a dictar el curso La Programación y su Didáctica, cuyo propósito es formar a docentes de nivel inicial, primario, secundario y terciario, para que puedan enseñar programación y sus conceptos. La Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) participa del dictado de los cursos desde sus comienzos, con el antecedente de haber creado el lenguaje de programación Gobstones, diseñado especialmente para la enseñanza de la programación.

En 2007 decidimos crear la primera Tecnicatura Universitaria en Programación en la UNQ. Junto a los docentes con los que trabajamos, observamos que nuestra propuesta pedagógica fallaba: los estudiantes no entendían nada, sólo un estudiante de más de sesenta aprobaba. Cuando eso sucede, quienes fallan somos los que enseñamos, no los estudiantes”, puntualiza Pablo “Fidel” Martínez López, profesor titular y director de la unidad de transferencia de tecnología de la UNQ.

Fidel es exdocente del Departamento de Computación (DC) y junto a Eduardo Bonelli, otro exdocente del DC, se propusieron ensayar una didáctica diferente a aquella relacionada con programación técnica o de “bajo nivel”. Ante una numerosa población de estudiantes sin demasiada formación en matemáticas ni conocimientos previos de computación, decidieron crear Gobstones, un lenguaje propio pensado para enseñar programación en el aula, e implementarlo sobre todo para enseñar programación de un modo general (ya que aún así en algunas universidades de la provincia de Buenos Aires, Gobstones se usa de un modo técnico, siendo el primer lenguaje de programación). La primera versión se lanzó en 2009. Luego salió una segunda, que mejoró aspectos de presentación visual y usabilidad. Y finalmente, se utiliza la actual “Gobstones Web”, que funciona en línea y no necesita ser descargada ni instalada. La propuesta es novedosa porque integra un ambiente de trabajo con creación y desplazamiento de bloques. “Implica una oferta visual más atractiva, que asimila la aventura de programar el armado de un rompecabezas. Ya no hace falta escribir textos, alumnos y alumnas se equivocan menos y emplean una codificación mucho más sencilla”, puntualiza Martínez López. Y aclara que la herramienta actual ofrece lo mejor de los dos mundos (tanto abierto como cerrado). “Viendo las limitaciones de otros lenguajes como Scratch, que es un universo abierto con miles de funciones pero que no permite guiar el aprendizaje en actividades consolidadas, y los alumnos se distraen, cambian de color o de sonido a los dibujos. Por otro lado, está Pilas Bloques, pensado para orientar la parte didáctica pero es un universo cerrado, las actividades ya están hechas y no se pueden alterar. Gobstones reúne lo mejor de ambas opciones, las actividades son configurables y se pueden abrir o cerrar según el diseño que se necesite en cada curso”.

Desde 2014, la UNQ trabaja en conjunto con la Fundación Sadosky en la formación de docentes mediante el Curso La Programación y su Didáctica I y II y también, desde 2016, en la confección de material didáctico para cursos más completos que abarquen diferentes ciclos, incluyendo los recientes Manuales para el aula (ver nota del DC: https://www.dc.uba.ar/primer-manual-de-programacion-para-docentes-de-secundaria/) . Los ejercicios que plantean están diseñados para mostrar los conceptos de programación y la aplicación de estos conceptos a diferentes entornos, pensando la programación como una cultura general, de alto nivel y descriptiva, cuyo propósito sea entender realmente qué es un programa y cuáles son sus características. “Más que enseñar herramientas queremos poder pensar cómo se hacen esas herramientas”, precisa el docente de la UNQ. Fidel aclara que uno de los desafíos de formar a docentes -tanto universitarios, quienes capacitan a docentes de escuelas, como a educadores de las escuelas que forman a estudiantes- es poder cambiar el lenguaje conceptual (sintaxis) con que se enseña programación para que resulte más comprensible. Por ejemplo, reemplazar la palabra “condicional” por “alternativa”, diferenciar el término “parámetro” de “argumento” como así también mejorar la legibilidad del código a través de las subtareas y procedimientos. “Tenemos que elegir los conceptos adecuadamente y seleccionar las palabras, conscientemente, para representarlos. Sin dudas que el entorno de aprendizaje nos tiene que ayudar a expresar esos conceptos”, concluye.

El trabajo desde el Departamento de Computación

Desde 2017 el DC también dicta los cursos “La Programación y su Didáctica” (ver artículo anterior en https://www.dc.uba.ar/el-dc-apuesta-fuertemente-a-la-didactica-de-la-programacion/) para los diferentes niveles educativos, y en este primer cuatrimestre de 2021 el equipo dictó por primera vez el curso a distancia, con una gran repercusión en la inscripción. «Luego de tres años de dictar el curso en forma presencial, fue un gran desafío poder adaptar nuestros contenidos para la virtualidad, principalmente porque en nuestra planificación se incluyen muchas actividades de discusión y reflexión, de programación sin computadoras, y lúdicas en general, que se hacen muy difíciles de adaptar sin estar cara a cara, y más con las fallas recurrentes en los servicios de Internet y en las herramientas de videoconferencia«, destaca Christian Cossio-Mercado, coordinador de la iniciativa y subsecretario de Extensión del DC. Adicionalmente, Cossio-Mercado resalta la importancia de que este tipo de formaciones se puedan hacer desde el hogar: «tuvimos más de 700 personas inscriptas desde todo el país para un curso que tenía un límite de 70 participantes, así que ampliamos a más del doble el cupo y abrimos dos comisiones más para que pudiera participar más gente«. Así, en el segundo cuatrimestre de este año se dará la segunda parte del curso, aún con el esfuerzo que requiere adaptar otro curso a la virtualidad, de forma de permitir que quienes hicieron la primera parte a distancia puedan continuar con su formación en la misma modalidad. «Es un gran esfuerzo adaptar todos los contenidos y las dinámicas de trabajo a la modalidad a distancia, pero queda claro que hay una demanda insatisfecha de formaciones de este tipo, y bien vale la pena llevarlo adelante para permitir que los y las docentes participantes puedan realizar un curso que de otra manera no podrían hacer, ya sea por estar lejos de nuestra Facultad o porque su trabajo y/o dinámicas familiares se los impiden«, completa el subsecretario de Extensión del DC.

Además, el DC participó en las dos ediciones de las Jornadas Argentinas de Didáctica de la Programación (JADiPro), realizadas en las Universidad Nacional de Quilmes y la Universidad Nacional de Córdoba, cuyo foco fue fomentar la discusión académica sobre la temática y formar una red de intercambio de experiencias y saberes en todo el país. En noviembre de este año se desarrollarán, ahora en formato virtual, las Jornadas Argentinas de Didáctica de las Ciencias de la Computación (JADiCC), evento que representa la continuación y la ampliación temática de las JADIPro, ahora abarcando a todas las áreas de las Ciencias de la Computación (https://jadicc.program.ar/). Allí, nuevamente, integrantes del DC estarán presentando sus proyectos, ideas y experiencias acerca de la enseñanza de las Ciencias de la Computación en las aulas de los distintos niveles educativos.

Adicionalmente a las actividades coordinadas en conjunto con la Fundación Sadosky, desde nuestro Departamento se realizan habitualmente distintos tipos de talleres de formación docente sobre didáctica de la programación. Así, en los últimos años se dictaron talleres sobre programación de Apps de celulares, de Electrónica Aplicada y Robótica con Arduino, y hasta de programación de música, entre otros temas, además de varios talleres donde se problematiza sobre distintos aspectos de la enseñanza de la programación en el aula.

En esta línea, el 15 de julio se dictará el taller «La enseñanza de la programación a distancia (y de emergencia): algunas experiencias y desafíos desde las Ciencias de la Computación» como parte de las actividades de la Semana de la Enseñanza de las Ciencias 2021 de Exactas-UBA (más información sobre el evento y cómo inscribirse a las distintas actividades en https://exactas.uba.ar/popularizacion/semana-de-la-ensenanza-de-las-ciencias-2021/).

Desafíos de la iniciativa Program.AR en 2020-2021

En tiempos de pandemia, la necesidad del sistema educativo de virtualizar las clases llevó a que muchas de las actividades de formación docente tengan que reinventarse completamente. Desde la Fundación Sadosky, institución público-privada que articula la iniciativa Program.AR en Argentina, desarrollaron diferentes materiales y formatos adaptados a este nuevo (y forzado) contexto. “Una de las líneas de contenidos que trabajamos fue ‘Programar en casa”, con videos explicativos que pretenden acompañar la continuidad educativa que impulsó el Ministerio de Educación cuando empezó la pandemia. No son clases virtuales pero es material concreto para seguir conectado con el aprendizaje”, explica Fernando Schapachnik, profesor del DC, director del Programa Vocaciones en TIC de la Fundación Sadosky y miembro de Program.AR. Este formato considera la situación particular de la familia, ya que las actividades pueden realizarse desde la casa, solamente con un celular, y el contenido resulta formativo tanto para la familia en su conjunto, que acompaña el proceso de aprendizaje, como para el alumno o alumna destinataria (ver nota anterior del DC “Seguimos Educando”: https://www.dc.uba.ar/seguimos-educando-la-computacion-en-cada-escuela-y-hogar).

Al mismo tiempo, integrantes de Program.AR realizaron una prueba piloto de clases remotas de programación, que se trabajaron en cuatro provincias: Córdoba, Misiones, Chaco y Jujuy, tanto para primaria como secundaria. “Basados en nuestra experiencia de dictar clases remotas para Uruguay, generamos un encuentro de conexión sincrónica entre un docente remoto especialista en el tema, el docente de ese grupo – ya sea la maestra de grado o la profesora de tecnología de la escuela- y los chicos y chicas desde sus casas. Por un lado, hubo muchas limitaciones de conectividad y acceso a dispositivos que se ven agravadas por la desarticulación del programa Conectar Igualdad. Por otro lado, lo positivo fue que para los alumnos y alumnas el contenido les resultó novedoso, atrayente y los interpeló profundamente. Estamos haciendo una evaluación con las provincias para continuar en una segunda etapa”, detalla Schapachnik.

En el año 2020 los y las integrantes de la Fundación tenían que avanzar con la capacitación a los equipos universitarios que dictarían los cursos de programación para docentes. Más allá de que cada provincia tomó una decisión distinta respecto a si pasar a la virtualidad o no, se comprendió desde un principio la situación de emergencia. Ante el contexto, y luego de ir evaluando claramente que la situación se iba extendiendo en el tiempo, se decidió virtualizar progresivamente el contenido de las capacitaciones. ¿Cuáles fueron las premisas que se tuvieron en cuenta? “Partimos de la base de no hacer un recorte conceptual ni de contenido, evaluar cómo modificar el formato previo para llegar al mismo objetivo por medio de la virtualidad, armar un Moodle para que cada universidad pueda utilizarlo de acuerdo a sus necesidades de enseñanza, se tuvieron en cuenta los tiempos de las clases y también cómo repensar el formato pedagógico”, aclara Gabriel Scarano, Coordinador de capacitaciones con las universidades e integrante de Program.AR.

El equipo logró virtualizar todo el curso La Programación y su Didáctica, que posee una carga horaria de 100 horas de capacitación. “Cada provincia tenía su particularidad, ya habiendo recibido la capacitación presencial sobre los contenidos y la didáctica de los contenidos, había que mostrarles cuáles eran las modificaciones que se habían hecho tanto en cuanto a contenido como a formato, y explicarles cómo bajar a tierra los contenidos o actividades”, complementa Scarano. Algunas universidades comenzaron con el curso en 2020, mientras que otras se tomaron un tiempo prudencial para ver cómo adaptarse a la metodología virtual. En este 2021 arrancaron con el curso las universidades de San Luis, Comahue, Río Cuarto, Centro de la Provincia Bs. As, Tucumán, Santiago del Estero, Quilmes, Catamarca, Buenos Aires (UBA), Patagonia Austral, Misiones, San Antonio de Areco, Hurlingham, San Martín, La Pampa, Chilecito, Salta, San Juan y Jujuy. “Una de las cuestiones más positivas fue que el porcentaje de deserción en estos cursos fue el mismo que se dio con la presencialidad, no un porcentaje mayor. Además pudimos llegar a capacitar a docentes de otras localidades alejadas, que usualmente con la presencialidad no podían asistir por una cuestión de distancia y costos de viaje”, comenta Scarano. El feedback sobre los cursos ya dictados resultó muy positivo, ya que los docentes comentaron que era un curso realizable. Pero, ahora, en vez de llevarlo al aula tuvieron que planificar cómo desde su espacio curricular incluirían los contenidos de programación que vieron y que trabajaron en corrección conjunta con otros colegas del mismo curso.

Otro de los desafíos del equipo de Program.AR fue el dictado de talleres, cuyo propósito es generar una experiencia placentera para los estudiantes de la escuela media puedan incorporar la idea de que no solamente son consumidores de tecnología, sino también que pueden intervenir y producir con estas tecnologías. Estos talleres que se solían dar presencialmente y utilizaban la herramienta App Inventor, son dictados usualmente por estudiantes avanzados de una carrera universitaria de Ciencias de la Computación y coordinados por un profesor de esta carrera. “Al tener la limitación de que muchos estudiantes no cuentan con una computadora en su casa, encontramos que la aplicación Sketchware puede prescindir de la computadora y generar esas mismas aplicaciones de tecnología en un celular. Lo primero que hicimos, en este sentido, fue capacitar con estos cambios a los y las integrantes de las universidades para que puedan dictar el taller. Luego logramos adaptarlo al dictado de un taller de 4 horas, con dos encuentros sincrónicos de 2 horas cada uno más un encuentro asincrónico de consultas”, detalla el coordinador de la Fundación. El objetivo se cumplió: “queríamos que siga siendo una experiencia agradable para estudiantes en el cual ellos puedan intervenir la tecnología. Además pudimos capacitar en programación a directivos de escuelas, tanto en forma presencial como no presencial (de hecho en San Juan se pudo realizar un curso presencial para vicedirectores)”, agrega.

Cabe recalcar que el equipo liderado por la Fundación Sadosky, buscó mantener siempre los mismos lineamientos de trabajo, previos a la virtualidad, y que no se pierda el espíritu de las capacitaciones. “Nosotros tuvimos la ventaja de contar con más tiempo: pudimos parar y pensar cómo readaptar la propuesta, no tuvimos que dar una respuesta inmediata como todo el sistema educativo formal”, concluye Scarano. En definitiva, la situación de pandemia no detuvo las capacitaciones docentes, más allá de todas las dificultades metodológicas, complejidades de acceso y participación y de readaptación de actividades. Aun así, la programación siguió su curso.

Estas iniciativas permiten destacar -después de todo- el valor que tiene, por un lado, la continuidad de la formación docente impulsada desde las universidades nacionales y programas de vocaciones en tecnología aún en un contexto desfavorable como el actual, y, por otro, la necesidad e importancia de incrementar y sostener el diálogo con los y las docentes de las distintas regiones del país, que deben y desean seguir formándose. En ambos casos subyace la idea clara de que la enseñanza de la programación es uno de los ejes de importancia estratégica para la escuela argentina, no sólo con vistas al futuro, sino también para que nuestros y nuestras estudiantes puedan comprender, desenvolverse y, finalmente, ayudar a mejorar un mundo actual que cada día depende más de la tecnología para funcionar.