Por Ignacio Uman. Adrián Anacleto es Licenciado en Ciencias de la Computación de Exactas-UBA. Es el CEO y uno de los fundadores de Epidata, la primera empresa de América Latina especializada en brindar servicios de outsourcing de innovación, creada en el año 2003. Al mismo tiempo, se desempeñó como vicepresidente e integrante del consejo directivo de la Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos (CESSI) y mentor del programa Manos Accelerator, destinado a emprendedores latinos. Fue docente de Computación en Exactas-UBA y en la Universidad Católica Argentina.
En diálogo con Conectados, Adrián nos detalla los desafíos que se presentan al trabajar en Ingeniería de Software, el crecimiento exponencial de Epidata y sus mejores recuerdos de la formación en Exactas.
Primero quería conversar un poco sobre tus orígenes. Leí que tuviste una infancia muy difícil e hiciste enormes esfuerzos para poder estudiar.
Sí, mi infancia fue súper dura como la de la mayoría de los chicos del Conurbano. Me pasó de no tener zapatillas, que te duela la panza de hambre, de no tener útiles para ir a la escuela. Tuve que trabajar desde los 10 años y mantener a la familia desde los 12. Llegué a juntar monedas para poder viajar a la Facultad cuando no tenía trabajo. La verdad que es una infancia más de cientos de miles, no es una historia única, lamentablemente es una historia que se repite. Es importante recalcar que tenemos las mismas capacidades que cualquier otra persona, pero no las mismas oportunidades.
Por alguna cuestión inculcada en la familia, desde chico siempre creí en el estudio como una “religión”. Justo la semana próxima voy a dar una charla en la primaria donde yo estudié y estaba tratando de reconstruir esta historia. Recuerdo que en mi familia llegaron a decir “a tal persona le fue bien porque era un bocho, porque estudió”. Eso me quedó marcado a flor de piel y siempre fue mi luz de esperanza. Realmente fue así: estudié y me fue bien. Con muchísimo sacrificio en el medio, pero tuve esa posibilidad. Y creo que hoy hay más chances de estudiar que cuando estudié yo, más recursos disponibles.
¿Cómo fue tu acercamiento a la Computación?
De chico ya me atraía mucho la Computación, soñaba con programar robots y hacer cosas con inteligencia artificial.
En la escuela donde estudié había una profesora que era una eminencia en Laferrere porque daba clases en muchas escuelas. Fue la única profesora que me reprobó sistemáticamente en todas las materias que dictó, porque decía que tenía que acostumbrarme a que a veces no me fuera tan bien en la escuela. A mí me iba bien, sin estudiar mucho (porque al trabajar no podía estudiar mucho). Ella me destruía; no merecía reprobar. Pero me dio las lecciones más interesantes que me quedaron para la vida.
Llegó el secundario nocturno y estaba evaluando dónde estudiar. Aun con toda la fe de que estudiar servía, porque lo que uno suele ver al pensar en inscribirte a la Universidad es un fracaso inminente. Pero tenía una máxima que es: si te juntás con los mejores, por ahí no vas a ser el mejor, pero podés llegar a ser un poquito mejor que la mayoría, vas a aprender de los mejores y vas a aprender mucho más. Le pregunté a la profe cuál era la mejor universidad para estudiar Computación, dónde estaban los mejores, y ella me dijo sin titubear: los mejores están en Exactas. Ella había estudiado Geología y se recibió a los 60 años (había tenido que abandonar la carrera, era militante y la tuvo que dejar durante la época de la dictadura, por lo que recién de grande, cuando yo estaba cursando quinto año, ella estaba terminando la carrera).
Si la mejor casa de altos estudios era Exactas, debía anotarme allí. Así fue que un día viajé a conocer la Facultad, fui a la secretaría del Pabellón 1 y me choqué con Sonia, que era la secretaria en ese momento, y me preguntó qué hacía ahí. No era normal que llegara un chico del secundario, de la nada, a ver la Facultad. Entonces me mostró los laboratorios y un poco de las oficinas. Miré los afiches políticos, el clima de estudio y un montón de detalles que me quedaron, pasé por las aulas y finalmente me anoté en el CBC directamente en Ciudad Universitaria.
Es verdad que el primer día de clase del CBC me fui llorando, porque no entendí nada (apoyé la cabeza en el asiento del colectivo y se me caían las lágrimas). Habíamos tenido clase de Análisis Matemático, entró el profesor, dibujó una parábola en el pizarrón y dijo: “Como todos ustedes saben esto es X cuadrado” y para mí era solo un dibujo en un pizarrón. Ahí fue cuando me fui de vuelta a la Facultad, hablé con mi profesora del secundario y le dije que no entendía Análisis Matemático, porque ella era profe de matemática también. Me llevó a la biblioteca, me dio los libros de matemática de primero a quinto año y me dijo que vuelva a estudiar. Volví a estudiar, aprobé el CBC en un año, sin recursar nada y después empecé la carrera.
¿Qué recuerdos tenés de tu paso por la carrera?
Tengo todos los recuerdos, los más lindos: Exactas me dio todo. Por empezar, de mis grupos de Whatsapp, uno de los más activos es el de Exactas, seguimos conectados: los vínculos que tengo son muy fuertes. Conocí a amigos que me quedaron para la vida; en la facultad, conocí a quien es hoy mi esposa.Uno de los primeros paseos, cuando mis hijos de temprana edad ya podían entender dónde estaban, fue llevarlos a Exactas para que vean donde me formé y qué significa ese lugar para mí.
Además quedé conectado profesionalmente, más en Exactas que es una facultad que no tiene tanta gente, porque terminas conociendo a casi todos los de tu generación. En mi caso, fui docente (ayudante) desde primer año prácticamente (cuando la profesora Mónica Bobrowski de Algoritmos 1 me convocó para la materia).
Y en algunos momentos pasabas más tiempo en la facu que en tu casa…
Sí, Exactas fue como mi segunda casa. Pasé mucho más tiempo con el mate en la biblioteca, haciendo trabajos en los laboratorios, almorzando en el bar del Pabellón 1. De hecho, como estaba estudiando en Ciudad Universitaria, buscaba hacer deporte ahí y en un momento llegué a jugar al voley en el gimnasio del Pabellón 2.
¿Por qué decidiste volcarte al desarrollo de software, qué es lo que te atrajo más de esa área?
Al final de la carrera me atraían mucho dos ramas: 1) Inteligencia Artificial, tema en el que basé mi tesis de licenciatura, más que nada sobre aprendizaje automático y armado de perfiles online que era bastante novedoso en ese momento; y 2) Ingeniería de Software. Fueron las dos áreas a las que más me podía dedicar pero este interés se dio hace 21 años. Y en ese momento el ecosistema emprendedor argentino no estaba tan maduro y yo no lo conocía tanto, por venir de más atrás. El producto, como mi tesis, que podía llevar al mercado, me lo perdí. Entonces decidí empezar a dedicarme a la ingeniería de software porque era mi fuerte profesionalmente y era lo más simple para poder comenzar a independizarme.
¿Qué tiene de apasionante e interesante la ingeniería de software? Primero que no mucha gente sabe de ingeniería de software, lo que se ve en los proyectos del día a día. Incluso hay una ola de personas despectivas respecto a la ingeniería de software, porque ven a la ingeniería como el diseño detallado de las cosas y no como algo más estructural de la construcción del software que implica procesos, herramientas, técnicas y diseño. Y todo el software bien construido, adquiere impacto en lo que finalmente desarrollás, tiene mucho valor agregado. Se puede ver como una caja que tiene adentro atributos de calidad, entonces ese programa puede performar bien, tener disponibilidad, ser seguro, ser modificable, pero con la base de que se haya diseñado y planificado así. A su vez, puede ser más costoso o más económico de hacer.
Hoy nos encontramos con muchos tomadores de decisiones en Argentina y en el mundo que no saben de ingeniería de software y no saben construirlo. Por ejemplo, proyectos de bancos que tienen cientos de personas trabajando para desarrollar un home banking que, después, no funciona. Y cuando lo ves te das cuenta de que está mal desarrollado y tendrías que empezarlo de nuevo.
Además el diseño de una pieza software en un determinado nivel también es un acto creativo, donde todavía hay discusiones si el acto creativo es colectivo o individual, hay corrientes que discuten esto pero hay muy pocas obras de arte que sean colectivas. ¿Por qué creo que el software tiene que ser un acto creativo individual? Porque te permite mantener la integridad conceptual, que significa resolver los mismos problemas de las mismas maneras en todas las ocasiones. Cuando son muchas manos en un plato hay más variedad y la variedad en el diseño no siempre es positiva, además se dificulta porque hay más problemas de coordinación y comunicación. Y ordenar toda esa comunicación es un problema propio de la complejidad del software.
¿Cómo surge la idea de fundar Epidata?
Fuimos tres los fundadores, no fui yo solo (aunque ya no sean socios, tengo que hacer honor a ellos) y la verdad es que en ese momento teníamos una visión basada en dos cosas muy naive, ingenuas para chicos de 23 a 26 años de edad. Una primera era trabajar mejor que lo que habíamos trabajado en las empresas en las que habíamos sido empleados, superar lo que se hacía mal para hacerlo bien, lo cual no es fácil y es muy frustrante cuando te ves en el mismo lugar que criticabas. La otra segunda cuestión es que creíamos que sabíamos bastante de ingeniería y arquitectura de software, nos gustaba y queríamos armar una empresa que fuera líder en arquitectura de software. De hecho, nuestro eslogan fue: “Somos la primera empresa de arquitectura de software de América Latina”. Y lo era, no había ninguna empresa especializada en eso.
Rápidamente, nuestro foco fue cambiando porque no éramos conocidos, nuestra empresa era emergente, éramos jóvenes y con ciertos prejuicios al momento de tomar decisiones. Pero esto nos quedó grabado, muchos clientes nos decían: “si sabés de arquitectura, sabés de integración, necesito que hagas una pieza de software que conecte dos o tres sistemas con diferentes tecnologías”. Y nos hicimos muy fuertes en estos servicios, desde ese punto apalancamos nuestro crecimiento. De hecho, es al día de hoy que nuestros servicios mutaron, lo que estamos haciendo es vender servicios de outsourcing de innovación que es algo muy interesante. Pero siempre apalancados en el conocimiento de arquitectura de software, centrada en esos detalles que tiene un programa y que se llaman “atributos de calidad”.
En estos últimos años la empresa tuvo gran expansión y crecimiento, posicionándose en la región. ¿Cuál considerás que es el principal diferencial que tiene Epidata frente a otras empresas de software?
Uno podría hablar del diferencial estratégico de cara al cliente y a la comunidad, pero me parece que hay una norma común a la organización: somos una empresa honesta, una empresa con buena gente. Y eso está entre nuestro ADN, en lugar de hablar de misión, visión, valores, nosotros hablamos de autonomía, buena gente y capacidad de generar impacto. Esas son nuestras variables, muy simples.
Pero “ser buena gente” no es tan simple porque puede ser un concepto distinto para vos que para mí. En ese caso, lo apoyamos en otra cuestión más concreta: “puedo sentarme a trabajar ocho horas con esta persona, sabemos que vamos a pasarla bien y vamos a cumplir con el objetivo de terminar el proyecto y lograrlo de forma óptima”.
Al mismo tiempo, somos muy cercanos, con la misma naturalidad que estamos hablando ahora y sin falsas sofisticaciones con los clientes ni con nuestros Epidaters (colaboradores de la empresa). Creemos que las relaciones con nuestros clientes y nuestros Epidaters tienen que perdurar en el tiempo. Tenemos alrededor de 400 empleados trabajando con nosotros y esperamos seguir ampliando nuestros equipos. Que nuestra interacción sea simple no quiere decir que sea simplista o que no estemos usando los mejores métodos que hay detrás. Al contrario, usamos lo mejor, trabajamos bien y tenemos métodos de ingeniería que muchas otras empresas no tienen, solo no los adornamos demasiado.
Dentro de la expansión de la empresa, está la apertura de una oficina en La Matanza, ¿podrías comentar sobre esta iniciativa novedosa para lo que son las empresas de software inicialmente fundadas en Buenos Aires?
Nuestra oficina se encuentra dentro de la Universidad de La Matanza en el Polo Tecnológico, un lugar muy atractivo para trabajar. Allí tenemos un equipo desde la misma universidad (ahora con el home office trabajan desde sus casas, pero usualmente lo hacen en forma presencial).
Previo a la pandemia, habíamos decidido armar estructuras distribuidas y pequeñas en diferentes ciudades de Latinoamérica, donde ninguna oficina superara las 40 o 50 personas. Uno de los criterios para instalar una oficina en esos centros es que la ciudad tuviera una universidad o polo tecnológico, ayudando a posibilitar este primer empleo en tecnología porque tenemos claro que los profesionales se forman en las universidades y el software es cada vez más ubicuo.
Cuando llegó la pandemia, con todas las dificultades que hubo, nosotros seguimos creciendo aunque para todas las empresas de software no fue igual. Pero incluso empresas como la nuestra tuvieron una etapa en el medio, de incertidumbre económica, donde no sabíamos si todos los clientes iban a pagar en tiempo y forma. El crecimiento en las ciudades fue desorgánico, por ahí no se apuntalaron todas las ciudades, pero La Matanza es uno de los centros donde estamos apostando así como La Rioja, Mar del Plata, Bogotá y Montevideo, entre otras.
Por último, ¿qué mensaje le darías a una persona que va a dar sus primeros pasos en la carrera de Computación?
El consejo más genuino que se me ocurre es que traten de entender la carrera y estudien para aprender a aprobar. Suena a un consejo hiper pragmático, pero lo que quiero destacar es que la Licenciatura en Ciencias de la Computación de Exactas ofrece muchísimo contenido para aprender, mucha bibliografía y prácticas extensas en cantidad de horas, uno puede dedicarle horas a entender cada una de las materias. Pero no conviene extender la cursada en muchos más años que el estipulado estando 10 años o más con la cursada, por eso hablo de aprender a aprobar. Y ojo, la verdad es que la gente que aprendió a aprobar también aprendió a resolver los problemas, incorporó los objetivos de cada materia, se llevó algo concreto. Siempre hablo desde mi experiencia. La gente más exitosa que conocí en la facultad fue la que aprendió a aprobar, a que le fuera bien en los exámenes. ¿Por qué había gente que estaba resolviendo parciales viejos? Porque lo más probable es que esos problemas se parezcan a los de los exámenes nuevos, más que leer todo el libro con mucho detalle, subrayar las notas al pie, tomarse un montón de tiempo y hacerlo más complejo de lo que es. A mí me tomó unos años entender esto de aprender a aprobar. El otro consejo que le daría es que la Tesis de Licenciatura tiene que durar entre seis meses y un año, hay que planificarla así y buscar un director de tesis que maneje esos plazos; más tiempo, no.