Aída Interlandi es Secretaria Administrativa y referente no docente en la comunidad del Departamento de Computación (DC). Llegó al Departamento en 1993 y mantuvo casi tres décadas de servicio ininterrumpido colaborando con las diferentes direcciones para lograr un funcionamiento óptimo de esta casa de estudios. Durante estos años se ganó el aprecio y amistad de distintas generaciones de docentes, no docentes y estudiantes que pasaron por las diferentes etapas transcurridas en el DC.
Entre uno de sus importantes objetivos, se puso al hombro la gestión administrativa de la Escuela de Ciencias Informáticas (ECI), logrando en estos años que alrededor de 100 empresas e instituciones auspiciaran la ECI, y mejoró diversos aspectos organizativos del evento. También tuvo a su cargo la administración contable de la Cooperadora del Departamento y de las donaciones que se lograron durante este período. Al mismo tiempo, fue artífice de las reuniones sociales que se celebran en el Departamento, muy importantes para afianzar el sentido de pertenencia hacia nuestra casa de estudios.
En una placa que le obsequió el DC en 2018 se remarca: “El DC agradece a Aída por sus 25 años de servicio y dedicación, especialmente por toda la buena onda y amor que nos brinda día a día”. Compartimos aquí los momentos destacados de la entrevista realizada a Aída, desde el DC.
¿Cómo era el Departamento y el Pabellón 1 cuando ingresaste a trabajar en los 90, cuál fue tu primera sensación?
Entré al DC en agosto de 1993. Al no haber hecho una carrera universitaria, desconocía cómo era una universidad pública por dentro. El Pabellón 1 me asustó un poco, para mí era un pabellón laberíntico, muy grande, lúgubre y frío. Venía con el empuje de trabajar en una oficina, pero no de una universidad, por lo que la realidad era diferente a la que me había imaginado: tenía que aprender desde cero a manejar administrativamente ese mundo universitario pero también tenía todas las oportunidades para desarrollarme.
Cuando llegué se estaban por armar los primeros laboratorios grandes de computadoras, solo teníamos unas pocas oficinas y el laboratorio 1 y 2. El área de Automotores ya había cerrado, cediendo todo el espacio a los nuevos laboratorios. Estos laboratorios fueron un cambio abismal, tanto edilicio como tecnológico, y además se fueron actualizando todos los años, nunca nos quedamos atrás en equipamiento y ampliación del espacio.
En cuanto a lo que fue mi trabajo diario tuve el apoyo de Mercedes, una compañera que me tomó el concurso para ingresar. Me tuvo mucha paciencia y me enseñó un montón de cosas, desde cuestiones del manejo de PC hasta tareas administrativas. Esa fue la mejor bienvenida.
¿Irene Loiseau fue para vos un ejemplo a seguir?
Totalmente. Fue mi primera Directora y duró ocho años. El primer encuentro que tuve en el DC fue la entrevista con Irene donde mostró toda su rigurosidad. Pero con el tiempo me di cuenta la mano que me dio. Es una mujer muy exigente pero con una energía increíble, que me enseñó mucho porque esa exigencia hizo que me asentara como secretaria. Me dio la oportunidad de aprender y seguir su ejemplo de dedicación y tenacidad.
¿Qué cambios fuiste viendo a lo largo de las diferentes direcciones en las que tuviste la Secretaría Administrativa a cargo?
Los cambios fueron muchos, tanto en los modos de trabajar como en la actualización de la tecnología. Cada director o directora venía con su impronta, tratando imponer su forma de trabajo. En este punto la Secretaría Administrativa jugó un buen papel porque todos comienzan preguntando cómo se llevaba una tarea o actividad en la función anterior para seguir por el mismo camino o modificarlo dando un giro radical a la gestión.
Dentro de Exactas creo que Computación nunca fue una carrera tan multitudinaria, lo que me permitió conocer mejor a alumnos y docentes. Al principio había pocos alumnos en la carrera. Una de las cosas que hacíamos con Irene cuando llevábamos el tema de cargos era sacar los cálculos para tener un docente cada 15 alumnos como máximo, para que la dedicación fuera perfecta. Esta cuenta se fue perdiendo con el crecimiento de la matrícula.
También cambió mucho el hecho de la tecnología. Me acuerdo que teníamos una base de datos PERT, que era complicada de usar porque no terminaba de cerrar todos los datos que necesitaba para llevar adelante el movimiento de cargos. Después se fueron implementando nuevos sistemas que mejoraron muchísimo, tanto para mejorar el sistema de cargos, concursos y movimientos como para la inscripción a la ECI (que antes era manual). Nuestro sistema de gestión departamental, SIGEDEP, solucionó muchísimos problemas.
Uno de los importantes desafíos de la Secretaría es cumplir con toda la carga administrativa que necesita el Departamento para funcionar, desde las designaciones, expedientes, concursos y trámites de materias. Según tu perspectiva, ¿cuáles son las tareas y gestiones más complejas de realizar?
Siempre estuve en la parte de movimiento de cargos, organización administrativa de la ECI y la administración contable del departamento. Todo tiene su lado complejo pero cuando se ejerce la tarea con responsabilidad, fluye y se nota en los logros. La Secretaría Académica tiene varios docentes con dedicación exclusiva trabajando, que permiten gestionar mejor toda la carga administrativa y nosotros solo ejecutamos lo que ellos deliberan.
No obstante, hoy estamos arrancando con algunas dificultades que presenta un sistema nuevo de expedientes GDE, que me está quitando el sueño por lo duro de aprenderlo y que cambia rotundamente la manera de desarrollar todas las notas y las gestiones administrativas. Más allá de que entiendo mis limitaciones, los no docentes necesitamos más capacitación.
Se nota que organizar la Escuela de Ciencias Informáticas (ECI) así como conseguir los sponsors para que pueda realizarse es una actividad que te apasiona hacer y también te llena de orgullo. ¿Qué importancia tuvo esta tradicional Escuela en tu esquema de trabajo?
Cuando estuve en la primera ECI en 1994, lo primero que me llamó la atención y lo grandioso de esta escuela fue escuchar en los pasillos la tonada del interior, cantitos que encantan a los oídos. Me maravilló el hecho de que sea un evento tan federal donde participan prácticamente todas las provincias argentinas. Y también los diferentes idiomas que hablaban los profesores que venían a dar esos cursos, me pareció como una ‘ciudad cosmopolita’ dentro de la facultad porque se reunía gente de diferentes lugares. Era la primera vez que estaba en la organización de un evento de semejante escala.
En los primeros años me di cuenta que el presupuesto que nos daba Exactas no alcanzaba para todo lo que realmente queríamos hacer en la Escuela y año a año fuimos aumentando el volumen de acciones gracias al aporte del sector productivo, que obtuvimos a través de contactos de graduados o profesores del DC o mismo porque espontáneamente había empresas e instituciones que querían vincularse con la universidad, por la importancia singular de este vínculo. Esos aportes favorecieron el hecho de que la Escuela se enriquezca en un montón de aspectos: poder dar becas a estudiantes de todo el país y de países limítrofes, alojar a los profesores sin depender de los fondos de la universidad, pagar viáticos y almuerzos, festejar el inicio de cada escuela y terminar la Escuela con premios o brindis de despedida, entre otras cosas.
El logro principal es que la ECI fuera autosustentable, que se pueda financiar a sí misma, porque no correspondía cargar a la facultad con estos fondos. El trabajo de interacción entre las empresas y el DC resultó fundamental. Y también logramos que sea una puerta de entrada para que nuestros estudiantes y graduados conozcan las empresas a través de sus charlas y stands, y para que de ese modo accedan a nuevas oportunidades laborales. Fue espectacular, porque en las primeras ediciones no había stands de empresas. Cada año se fueron sumando más empresas y fueron haciendo stands más llamativos u originales e incluso armando acciones, activaciones o competencias para que los estudiantes se acerquen cada vez más entusiasmados. Y hay muchísimos casos de estudiantes que consiguieron trabajo a partir del contacto con las empresas expositoras en la ECI.
En cuanto a los vínculos del DC, también te pusiste al hombro el tema de organizar las reuniones sociales y festejos, algo muy valorado por la gente…
Me lo tomé muy a pecho, porque me gusta mucho el trabajo social. De hecho antes de entrar a la facultad coordinaba un centro cultural y me daba mucha satisfacción ese contacto social, el clima que se puede generar. Uno ve el agradecimiento de la gente después que organizaste una celebración o hiciste una ‘vaquita’ para que alguien reciba un regalito y es algo que te llena, por más que sea una acción muy pequeña. La parte social del DC fue entrando de a poco en mí.
Y creo que desde que entré al Departamento me puse la camiseta, porque quiero mucho las cosas que hago. Mucha gente no lo sabe pero esto de los encuentros colectivos no se hacía antes en el Departamento e Irene me permitió que los organice. Empezamos a hacer fiestas de fin de año, sorteos (inventando algo distinto cada año), asados, brindis en la ECI, festejos por la gente que se doctora, etc. Ahí nos encontrábamos toda la comunidad (alumnos, docentes y no docentes) compartiendo un momento muy especial. Lo hicimos todos los años y solo lo suspendimos cuando fue la cuarentena estricta.
Son muchas vivencias compartidas con mucha gente…
Recuerdo el día de la despedida de Sebastián Uchitel, cuando se fue a Londres a hacer su doctorado. Fue una de las primeras despedidas, sentí en ese desarrollo como un logro de toda la comunidad que estaba presente. También recuerdo cuando nos encontramos compartiendo el casamiento de Gabriel Wainer, ahora radicado y consolidado en Canadá. Y me pasaba y me sigue pasando con cada chico o chica joven que se recibe y puede cumplir su meta. A muchos de los chicos que empezaron como ayudantes de primera, a lo largo de los años los vi crecer, llegar a ser profesores e investigadores. E incluso directivos.
Porque todos trabajamos para el bienestar de la carrera y para que nuestros estudiantes puedan realizarse en un buen ambiente. Me siento muy reconocida y querida por muchos. Todo este tiempo que estuve me encanta el reconocimiento, vivir los logros de los demás un poco como propios, esa interacción cercana con gente y sé que muchos vienen a consultarme cosas o plantean problemas: no sé si tengo la respuesta para todo pero sí voy a tratar de encontrar la solución.
Claramente el DC es más que un trabajo…
Es como un segundo hogar. Entré al DC con 35 años y mis hijos llegando a la adolescencia y fue gran parte de la segunda etapa de mi vida. Todo lo viví acá y ya llegué a un punto donde me doy cuenta que debo dejar paso a gente más joven. Le dediqué mucho, no tanto en horas (en mis trabajos anteriores tenía más carga horaria) sino que hablo de que me puse la camiseta y sentía que todo lo que podíamos hacer en pos de esa comunidad había que hacerlo con la mayor entrega. Pero no es suficiente con que uno tenga ganas, el apoyo de la familia es fundamental, porque mi marido y mis hijos me apoyaron incondicionalmente en todo lo que hice y en las horas que no estaba en casa. Incluso cuando llegaba más tarde a casa porque tenía que quedarme para terminar una tarea y relegaba tiempo con ellos.
¿Cómo ves la problemática de género en la universidad, tanto en roles jerárquicos de gestión departamental como en la menor población de mujeres que estudian Computación?
Por un lado, creo que está habiendo un impulso para que se inscriban más mujeres en la carrera o se acerquen más a la disciplina y algo está mejorando. Por otro lado, en cuanto a los roles de gestión, el caso de Irene fue excepcional porque tuvo ocho años consecutivos de dirección (y también se ven muchos casos de mujeres emblemáticas en dirección de otros departamentos de Exactas), luego los mandatos sucesivos fueron la mayoría de hombres y todos duraron dos años. También tuvimos otras directoras mujeres como Patricia o Isabel y muchas secretarias académicas en distintos roles. Ahora bien, no sé si lo veo como un problema. En este momento hay una camada de mujeres en investigación que posiblemente lleguen más adelante a ser directoras o tener roles jerárquicos pero creo que necesitamos algunos años para que eso suceda. Porque son chicas que empezaron a entrar como alumnas en la carrera y probablemente empiecen a participar cada vez más en la vida departamental.
¿Y cómo fue trabajar a distancia durante la pandemia y el regreso presencial al Pabellón Cero+Infinito?
Al empezar el trabajo virtual a fines de marzo 2020, nos comunicábamos por Zoom o por Meet, y pensaba: ¿qué es esto de hablar mediante una pantalla? A mí me gusta el cara a cara, el contacto real y saludarme todos los días. No hay ninguna plataforma que reemplace eso. El solo hecho de tomar un colectivo y venir a Ciudad Universitaria a trabajar era muy distinto. Con la pandemia tuve otra dinámica, me acostumbré de a poco y me daba tiempo para quehaceres domésticos que intercalaba con mi trabajo. Pero también lo que me pasó es que estaba más tiempo frente a la computadora, muchas más horas que en la oficina. Y tenía que limitar mis propios horarios porque no podía seguir a las 21 hs. respondiendo mails.
Cuando nos mudamos al Cero+Infinito no fue fácil la mudanza, pero más que nada por una cuestión anímica de ver qué cosas llevarme desde el Pabellón 1. Rompí casi el 100% de los papeles, apuntes y biblioratos que tenía. Mis anotaciones extras de años, ya que no nos dejaban llevarnos papeles, fue un desprendimiento muy grande. La verdad que el Cero+Infinito es un edificio del futuro, que no parece de una universidad pública, que crea un ambiente de trabajo de lujo, es lo más cómodo que existe, todo está nuevo, todas las oficinas tienen luz natural y son amplias, ¡tiene vistas espectaculares de verde y cielo, con árboles internos y externos!
«Podés sentirte libre entre cuatro paredes o sola en un palacio».
Pero hay algo que aclarar, el bienestar en todo ámbito laboral lo hace uno y las personas que lo rodean, no el lujo de un edificio. Podés sentirte libre entre cuatro paredes o sola en un palacio. A veces me siento un poco ajena a este edificio, tan impecable y perfecto, el sistema de trabajo es muy moderno y yo tan antigua con tantos años en el Pabellón 1, qué paradójico. Y ahora con directores que son cada vez más jóvenes.
Por último, ¿qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
Lo que más me gusta de mi trabajo es el contacto con todos, sean alumnos, profesores, docentes o no docentes y poder acercarles parte de la solución a sus problemas. Interactuar con los alumnos que van llegando a la carrera es buenísimo. El Departamento se me hizo carne, le puse todo el empuje, porque también me resulta entretenido venir cada día. Me gusta tener las conexiones sociales que logré en estos años, hasta llegar a una amistad. Pese a que uno se ve en la tarea diaria, el llegar a compartir nacimientos, cumpleaños o casamientos de la comunidad, excede a la tarea. Eso es lo más gratificante, complementar las relaciones laborales con el afecto diario.
«El Departamento se me hizo carne, le puse todo el empuje, porque también me resulta entretenido venir cada día».