Por Ignacio Uman – Ernesto Mislej es Licenciado en Ciencias de la Computación de Exactas-UBA. Actualmente se desempeña como Director Científico de 7Puentes, una consultora argentina que brinda soluciones de Web Data Extraction & Machine Learning para diversas industrias y clientes de Latinoamérica y Estados Unidos. Desde su rol, dirige el equipo de científicos e ingenieros de datos, cuya misión es potenciar negocios a través del desarrollo de soluciones de Inteligencia Artificial, Machine Learning y Ciencia de Datos.

Durante 2022 fue Profesor Visitante del DC, donde dictó la materia “Diseño y desarrollo de productos de datos”. También es profesor de Pensamiento Computacional en UDESA.  En esta entrevista con Conectados, Ernesto nos cuenta sobre el valor de su formación, cómo es trabajar en ciencia de datos e inteligencia artificial en 7Puentes (empresa que está cumpliendo 15 años de vida) y la experiencia de haber dictado la materia de producto de datos en el Departamento de Computación.

¿Por qué decidiste estudiar Computación?

Claramente tiene que ver con mi historia familiar…

Por un lado, en mi casa ya había computadoras personales cuando yo era chico, tuvimos una Texas Instrument y luego una Talent MSX. Que en casa existiesen computadoras personales no es lo frecuente que suele ser hoy (creo que mis hijos tuvieron un dispositivo digital antes de entrar al jardín de infantes). También era para nosotros (mi hermano y yo) un entretenimiento. Como a nosotros nos gustaba jugar al ajedrez, podíamos hacer un programa que juegue, o al menos mueva las fichas. En esa época -promediando la primaria- era muy común tipear los juegos. Comprabas o canjeabas una revista de computación donde estaba impreso el código fuente del juego y te pasabas la tarde tipeando. Además de jugar, aprendíamos. Y veíamos cómo funcionaba por dentro el juego. Teníamos esa inquietud personal de conocer cómo estaban hechos los programas o los juegos y poder intervenirlos. La variable que tenía asignada la cantidad de vidas que tu personaje podía jugar (decía por ejemplo “num_vidas=3” pero si vos lograbas modificar eso y cambiar a num_vidas=99, podías jugar todo el día). Así empezamos a conocer los vericuetos de la programación. Y eso a mí me atrajo mucho desde la infancia. Ya entrada la secundaria, competía en Olimpiadas de Matemática e Informática, por lo que ya me atraía la disciplina.

Por otro lado, soy el menor de dos hermanos, mi hermano me lleva 4 años de diferencia y, al momento de elegir mi carrera universitaria, él ya estaba estudiando Matemática en Exactas.

¿Cómo fue tu época de estudiante y qué valor encontraste en la formación de grado que obtuviste?

Ingresé a la carrera en 1996 y terminé de cursar en 2002, recuerdo que el primer correo electrónico fue el del DC (que todavía lo tengo) y había una cultura arraigada de ir a revisar los mails al laboratorio, porque no teníamos Internet ni módem en nuestras casas. De todas maneras en ese entonces había poca fluidez de correos electrónicos y ya más avanzada la carrera los profes nos propusieron entregar los trabajos por correo, conversar entre compañeros e incluso nacieron las herramientas de chat, etc.

En nuestra época se percibía -y no sé si aún se percibe así- que las actividades ligadas a la informática eran solitarias, hasta ermitañas, y no hay nada más errado que eso. El hecho de cursar en Exactas implica una cursada siempre acompañada, no es solitaria ni por asomo. Siempre estás haciendo actividades y trabajos en grupo. Te juntás y te apoyás en tus compañeros y compañeras; que enriquecen muchísimo la tarea. Incluso en los primeros años había compañeros que ya estaban trabajando en la industria (yo empecé en la mitad de la carrera). Entonces otros compañeros adquirieron cierta práctica de programar en lenguajes propios de la industria o traían conocimiento aplicado de las empresas, por lo que siempre era muy interesante y productivo juntarse y aprender de esas experiencias diversas. La experiencia en la cursada fue de muchos grupos, amistades y aprendizajes.

En este proceso de formación, ¿qué te impulsó a dedicarte a la ciencia de datos?

Tengo recuerdos de cursar diferentes ECIs que me dieron la posibilidad de conocer a profesores expertos en un cierto dominio. Tomar esos cursos intensivos me abrió la cabeza sobre el lugar donde realmente tenía ganas de trabajar. Empecé tomando un curso de aprendizaje por refuerzo, después visualización de datos; y esos cursos me fueron dando la pauta de que era muy importante optar por materias de inteligencia artificial, aprendizaje automático y data mining, que fueron las áreas a las que después se orientó mi carrera profesional. Finalmente mi tesis fue sobre un sistema de visualización y recuperación de la información. En todo este recorrido también fui docente en materias de Visualización de la Información, Web Mining, Machine Learning e Inteligencia Artificial.

Hoy en día tenemos una empresa, junto a otros socios, donde nos dedicamos a diseñar e implementar modelos de ciencia de datos, donde aplicamos lo aprendido y también tomamos decisiones de implementación. Hacer posible lo ideal, eso realmente te lo da la experiencia. 

7Puentes cumple 15 años, ¿cómo fue el proceso de crecimiento de la empresa y qué cosas fuiste aprendiendo, especialmente aquellas habilidades que no necesariamente se aprenden en el ámbito académico?

En un principio éramos tres personas que fundamos la empresa. Hoy somos más de 30 personas en 7Puentes, tenemos clientes en distintos países, tanto en Latinoamérica como en Estados Unidos. Y trabajamos para diferentes verticales: Retail, Fintech, Startups, Medios/Entretenimiento, Telecomunicaciones, Agro, Salud y Gobierno, entre otras.

Lo que la Facultad generalmente no nos da es la noción de administrar una empresa, contratar personas, saber si las personas son aptas o no, con quién asociarte, cómo pedir un préstamo o alquilar un espacio, etc. son habilidades más del orden empresarial. Y en ese caso, mi proceso como empresario estuvo ligado al aprendizaje y acompañado, claro, con con mis socios que provienen de formaciones distintas.  

Originalmente 7Puentes abrió oficinas en Banfield, ahora están en Lomas de Zamora, ¿hubo alguna decisión particular para situar las oficinas en el sur de la provincia de Buenos Aires o bien los socios eran principalmente de allí? ¿Cómo se adaptaron recientemente al trabajo remoto?

Elegir la sede en el sur del Conurbano Bonaerense fue un activo muy importante en épocas de prepandemia. Muchos de los socios vivíamos cerca, incluso nuestros primeros empleados también eran de zona sur. Y fuimos armando un polo en el sur, que responda a la vida del estudiante universitario que viajaba desde esa zona, para brindarle una oferta laboral a esas personas que son muy valiosas y que no requieran ir a Capital a trabajar. No fue una decisión estratégica en el sentido de una evaluación geográfica amplia sobre dónde ubicar la oficina sino que empezamos a trabajar allí y después fue ampliándose de ese modo.

Medio a los empujones, la pandemia nos impulsó a animarnos a pensar en un equipo localizado en distintos lugares de Argentina. Trabajar de manera remota nos obliga a diseñar formas nuevas de hacer equipo, seguir siendo eficientes, no desde la perspectiva de lo rentable o lo rápido, sino por el hecho de que somos un equipo que genera valor, tenemos confianza, cohesión, vamos todos para adelante ofreciendo soluciones, aprendiendo y apoyándonos los unos con los otros.

También decidimos contratar personas en otros lugares de Argentina, una de nuestras colaboradoras trabaja en Jujuy y probablemente contratemos a otra persona más del NOA. Hemos recibido postulaciones de Santa Fe, Rosario y Paraná, que estamos evaluando para incorporar.

¿Y cómo es la cultura de trabajo en 7Puentes, de qué modo se plasman estos valores de equipo que venís mencionando?

7Puentes tienen en su ADN la cultura de compartir conocimiento y del aprendizaje continuo. Desde los socios fundadores en adelante tenemos un gen docente, propio de compartir el aprendizaje adquirido. De ir a un lugar para pasarla bien, a aprender nuevas cosas y a desafiarnos.

Sobre todo en informática, y en ciencia de datos en particular, las cosas cambian muy rápido (lo que hoy es vanguardia en inteligencia artificial cuando yo me recibí eran técnicas que habían sido rechazadas en los años 90). Por mencionar algunos ejemplos, YouTube y Twitter o los asistentes de voz de los Smartphones, que son grandes proveedores de información para construir modelos de datos, directamente no existían en el momento en que me recibí e incluso cuando fundamos 7Puentes. Por eso no hablamos desde un Olimpo del conocimiento; sabemos que para dar valor tenemos que estar en la vanguardia de las técnicas, estar todo el tiempo estudiando y validando nuestras prácticas con colegas.

Considero que un equipo de colaboradores (en 7Puentes son estudiantes y profesionales recibidos o con más seniority) debe contar con un espacio de aprendizaje y ese es el motor que nos mueve: una empresa de software debe fomentar necesariamente el aprendizaje continuo. Por eso en nuestros equipos las personas aprenden todo el tiempo, ¿y qué se necesita para aprender? Ser humilde, tener ojos de aprendiz y estar con esta actitud de agregar valor para nuestros clientes pero también de estar aprendiendo.

Saliendo un poco del ámbito de la empresa y yendo a una faceta más personal tuya, también sos músico, ¿cómo contribuye esta actividad en tu profesión, ves algún cruce posible entre ciencia, arte y tecnología?

Cuando hablábamos de mi vocación por la informática, en estos programas que tipeaba cuando era niño y adolescente, había algunos que me gustaban mucho: programas para hacer que la computadora emitiera sonido, más precisamente que tocara música. Se trataba de programar música dentro de la computadora. En esta tarea, podías definir la programación de una canción, concretamente en una partitura que a vos te gustaría que toque la computadora. Y eso estaba muy bien, pero había una cuestión en particular que me fascinaba: intentar construir un algoritmo que toque música inédita, que el programa pudiese componer canciones o melodías que sean distintas todo el tiempo. Hoy sabemos que esto se llama “arte algorítmico” o “composición basada en algoritmos”, pero ese fenómeno ya sucedía hace unos 40 años.

Siempre me convocó hacer que la computadora toque música, y hay ramas dentro de la IA, que conjugan esas dos cosas, tratar de componer piezas musicales, texto que puede ser transformado en relatos cortos, poemas, etc. Existen técnicas de composición automática, la computadora reproduce una progresión armónica -por ej. las canciones más populares se suelen basar en unos pocos acordes; le podés indicar a la computadora qué acordes tocar y moverse dentro de esas escalas, así la computadora va a “inventar melodías lindas”. Pero con Machine Learning y las últimas investigaciones de IA y arte, es posible que la computadora componga melodías novedosas a partir de lo que ella considera un patrón que subyace a la música que escuchó (lo cual significa observar esas melodías y aprender de ellas). Son temas muy interesantes, realmente me fascinan e incluso tengo algunos proyectos de generación de arte basado en IA con algunos ribetes que conjugan ciertas ideas filosóficas, de poesía y producción artística.

Ahora bien, si mi faceta de músico hace que sea mejor científico de datos, la verdad que no sería fácil de responder, aunque me gustaría creer que sí.

Quizás te enriquece para el caso de la divulgación o una clase, así como divulgás tu música en un escenario también podés hacerlo sobre la ciencia de datos…

Puede ser, aunque creo que ahí aparece la parte de “Frontman” y poder leer qué está pasando en el aula: proponer algo, rescatar una historia o un ejemplo para poder transmitir mejor un concepto.

Por último, este año fuiste convocado como profesor visitante del DC para dictar “Diseño y desarrollo de productos basados en datos”. ¿Qué balance hacés del programa de profesores visitantes de este año y de la experiencia de haber dictado esta breve materia ?

Realmente me encanta que la Facultad tenga una oferta diversa de cursos con profesores visitantes. De hecho -como ya comenté- fue uno de los incentivos que cuando era estudiante me llevaron a mí a elegir inteligencia artificial y datos para dedicarme en mi profesión. Ahora estoy de este otro lado, como profesor del programa. Y si me das a elegir ese programa donde están reunidos todos los cursos, me gustaría que haya cursos industriales, otros más orientados a ingeniería de software o de la práctica profesional, cursos que tengan que ver con la economía sobre cómo llevar a cabo un emprendimiento y de cierto capítulo académico que está investigando un profesor argentino que viene a Buenos Aires en su año sabático o en una colaboración específica. Cuanto más oferta diversa de cursos haya, va a ser más enriquecedor para los y las estudiantes.

Particularmente mi curso tuvo ocho clases, fueron alrededor de veinte alumnos avanzados de la carrera y por el formato requirió una cierta velocidad. La materia se centró en el diseño y desarrollo de productos, de activos digitales cuyo origen tiene que ver con un conjunto de técnicas de datos, algunas que tomaron mucha popularidad en esta época de masividad de los datos (Internet, buscadores, redes sociales, arquitectura big data, etc.). El propósito fue pensar cómo funcionan los modelos de recomendación, detección de plagio, filtros de spam, publicidad online y otros casos; estudiarlos, diseccionarlos y diseñar desde ahí nuevos dataproducts