El virus nos cambió la vida a todos. Un cambio de una magnitud que seguramente ninguno de nosotros vivimos jamás. Los humanos nos estamos adaptando como podemos, privilegiando las actividades más importantes para la supervivencia de su especie. Antes de la educación viene la salud, esto está claro. Acá les hablo de lo que sé y aprendí: la educación en la Facultad en momentos de aislamiento social.

La educación como la conocíamos cambió dramáticamente, en todos sus niveles. Se dejaron las aulas reales en donde un docente les habla a los estudiantes, los mira a la cara; y los estudiantes, al mismo tiempo, lo miran y escuchan también al docente, y le hacen preguntas cuando surgen. Ese modelo de educación, tan familiar para nosotros, no existe por estos días. Y no me refiero solo a la Universidad. Tampoco existe en los colegios secundarios o primarios o jardines de infantes. Pero todos (hasta los jardines de infantes) están tratando de adaptarse, y todos empujan para que las clases sigan existiendo, de alguna otra forma. Les decía que se dejaron las aulas reales; pasamos a las aulas virtuales. En este modelo, cada uno de nosotros, docente o estudiante, está en su casa mirando la pantalla de su computadora, su tableta o su celular. A veces las clases son grabadas y otras veces son videoconferencias. A veces son preguntas y respuestas en foros, y otras veces son chats o mails. Se comparten pantallas, pizarrones virtuales, se arman nuevas salas para discutir en grupos más reducidos…

En nuestro Departamento (en toda nuestra Facultad, en realidad), la educación tomó esta forma. Les confieso que prefiero las clases reales, y seguramente todos los docentes prefieren eso también. Al fin de cuentas, es para lo que están preparados, es lo que saben hacer, lo que les gusta. Pero nos adaptamos, como en tantas otras actividades. Y no fue gratis. Los docentes hicieron un esfuerzo enorme, me consta, para llevar adelante esta nueva forma de educar. Tuvimos que resolver un sinnúmero de problemas didácticos nunca antes pensados (tal vez el más difícil de ellos sea entender de qué forma se toma un parcial a distancia) y en muchos casos tuvieron que rebuscárselas para hacer todo eso desde su casa, y, al mismo, tiempo cuidar a sus hijos o padres, soportar conexiones de internet fluctuantes e intermitentes, compartir su trabajo docente en escasos metros cuadrados con el resto de su familia… A ellos ­–a los docentes– todo mi agradecimiento. Pero también tengo que decir que este sistema de educación virtual resultó injusto para estudiantes que no tienen computadora o tableta o celular o conexión a internet en su casa. De algún modo, la comunidad resolvió seguir adelante sin incluir a esos estudiantes. Se priorizó un funcionamiento general, pero no universal. ¿Hubiera sido más justo suspender las clases para todos frente a esta emergencia? Hay quienes piensan que sí. Yo no lo sé.

En el DC pedimos a cada cátedra que evaluara si podían o no dictar su materia en este nuevo modo virtual, y que pusieran las condiciones que creyeran necesarias para que la cosa funcionara. Algunas materias pusieron cupos para garantizar su funcionamiento. Todas las cátedras decidieron dictar la materia que tenía pensada dar antes de la llegada del virus (salvo una optativa). La imposición de cupos en algunas materias garantiza su funcionamiento. ¿Hubiera sido más justo suspender el dictado de tales materias? Yo creo que no. Dado que las clases virtuales son el camino a seguir por la Facultad, y dada la voluntad de los docentes de ofrecer las materias, y la de los estudiantes de cursarlas, me pareció justo soportar la imposición del cupo. Tratamos de que todos los estudiantes pudieran cursar: limitamos la cantidad de inscripciones, hicimos sorteos para determinar qué estudiantes entraban a las materias con cupo, ofrecimos materias alternativas a los que quedaron afuera en el sorteo… Tomamos varias medidas para lograr que todos pudieran cursar. Al final, lo logramos para la gran mayoría de ellos, pero no para todos (nuestro mayor problema fue la falta de docentes).

Las clases empezaron. Estamos aprendiendo cómo se hace. Va a ser difícil, pero estamos con fuerza, y contentos de poder ofrecer al menos algo de educación en tiempos de coronavirus.

¡Saludos!

Santiago